Título original: American Beauty. Dirección:
Sam Mendes. País: Estados Unidos.
Año: 1999. Duración: 122 min. Género: Drama.
Guión: Alan Ball. Producción: Bruce Cohen, Dan Jinks. Fotografía: Conrad L. Hall. Montaje: Tariq Anwar, Christopher
Greenbury. Música: Thomas Newman.
Intérpretes: Kevin Spacey (Lester Burnham), Annette Bening
(Carolyn Burnham), Thora Birch (Jane Burnham), Wes Bentley (Ricky Fitts), Mena
Suvari (Angela Hayes), Chris Cooper (Coronel Frank Fitts).
Sinopsis: Lester Burnham, un cuarentón en crisis, cansado de su
trabajo y de su mujer, despierta de su letargo cuando conoce a la atractiva
amiga de su hija, a la que intentará impresionar a toda costa.
Recordando
American Beauty, que no descubriendo.
Porque, a pesar de tener sólo trece años, es ya un clásico con todo derecho.
Obtuvo cinco premios Óscar (a mejor película, director, actor, guión original,
fotografía) y vio cómo pasaba de largo el galardón en tres categorías: a mejor
actriz (Anette Benning está sensacional, pero tuvo mala suerte al ser el año de
Hilary Swank con Boys don´t cry), a
mejor banda sonora (tendré que escuchar la de la ganadora El violín rojo) y a mejor montaje (Matrix arrasó en los apartados técnicos, como no podía ser de otra
manera).
La
película puede tener varias lecturas. La más evidente es la que trata sobre la
búsqueda de la belleza de unos personajes insatisfechos atrapados en vidas
estereotipadas y que anhelan la felicidad. El culto a la imagen, el éxito
profesional, el liderazgo social, la rígida disciplina, el sexo como
autoafirmación... todo son trampas a las que los distintos personajes se ven
arrastrados en sus deseos de perfección. La imagen que tienen de sí mismos no
tiene nada que ver con la que proyectan en los demás ni tampoco coincide con lo
que realmente son.
Mena Suvari |
El
título nos lleva a engaño si queremos hacer la traducción fácil, porque lo
cierto es que American Beauty hace
referencia a una variedad de rosa cultivada: símbolo de perfección y de
belleza, sí, aunque es una belleza creada, manipulada, no natural. Un falso
ideal. Esas rosas salpican la vida de los Burnham y, sobre todo, los sueños de
Lester. Sin embargo, no aparecen cuando Ricky le enseña a Jane su grabación más
preciada ni cuando Lester descubre la belleza en “ese océano de tiempo” al
final de su vida (de hecho, unos segundos antes contempla la foto de su familia
tapando un jarrón con rosas).
Los
seis personajes principales y las buenas interpretaciones de los actores me
atrapan, empatizo con ellos y sus miserias y entiendo cómo han llegado a ser lo
que son. Hasta el detestable homófobo que es Frank Fitts despierta mi compasión
cuando lo veo como una víctima más, como un hombre perdido.
Chris Cooper interpretando al Coronel Frank Fitts |
La
banda sonora, de la que destaco los temas Dead
Already y American Beauty,
envuelve y emociona sin necesidad de recurrir a una gran maquinaria orquestal. Thomas
Newman se quedó sin su Óscar en esta ocasión y en las otros ocho en que ha sido
nominado por la mejor banda sonora. Tendrá que insistir para alcanzar los
porcentajes del padre, Alfred Newman, que ganó nueve veces el Óscar de las
cuarenta y cinco en que fue candidato.
Sería
demasiado extenso detallar las secuencias que me han dejado más huella. Destacan obviamente las que abren y cierran la película, las ensoñaciones de Lester y la que más
sucintamente resume el espíritu de la película: la percepción de la belleza en
el simple vaivén de una bolsa a merced del viento que precede a una tormenta.
Pero sí voy a subrayar dos planos en concreto que captan mi atención. El
primero sería el de la cena de los Burnham: plano general de un interior elegante
con tonos discretos en el que únicamente destaca el ramo de rosas y en el que,
además, escuchamos la música que “hay que escuchar”. La perfección sólo en apariencia.
Annette Bening, Thora Birch y Kevin Spacey |
El
segundo momento que quiero citar es cuando Rick graba en su videocámara la
ventana de Jane, Angela se contonea en primer plano pero él acciona el zoom y
se queda con el detalle: la sonrisa de Jane reflejada en el espejo. Atrapa la
belleza.
Enorme película, coincido con Isabel en que es un clásico del cine de todos los tiempos y que su genialidad se verá acrecentada con la perspectiva del paso de los años. Sobre el desasosegador título de la película, creo que va más en la línea de hacer referencia al título de la conferencia de John D. Rockefeller a un grupo de escolares. Este hombre, paradigma del más desaforado capitalismo y paladín del “darwinismo social”, reflexionaba en su disertación sobre la «American Beauty» (Belleza americana):
ResponderEliminar“El crecimiento de un gran negocio es simplemente la supervivencia del más apto... La bella rosa estadounidense sólo puede lograr el máximo de su esplendor y perfume que nos encantan, si sacrificamos a los capullos que crecen en su alrededor. Esto no es una tendencia maligna en los negocios. Es más bien sólo la elaboración de una ley de la naturaleza y de una ley de Dios”.
La crítica descarnada y descarada de Sam Mendes a ese blasfemo y hueco “american way of life” creo que es la razón del título de su obra maestra.
Por otra parte, da que pensar cuán “apenados” deben estar, en sus despachos de Wall Street, los sucesores de John D. Rockefeller pensando en el enorme sacrificio que supone la destrucción de los capullos griegos, portugueses, españoles… para que la espléndida rosa americana continúe luciendo así de rozagante y hermosa.
Sobre la banda sonora qué decir, años después, la melodía de "American dream" de Jakatta, aún sigue resonando en mi teléfono móvil, mientras que siempre nos quedará el libérrimo recurso de dejar volar nuestra imaginación y admirar a Mena Suvari bailando en la cancha de basket sólo para nosotros o sonriéndonos desde un lecho de bellas rosas americanas, al tiempo que los creyentes pueden rezar para que a sus hijos no les dé nunca una conferencia en el cole un émulo de John D. Rockefeller.