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lunes, 18 de diciembre de 2023

Nader y Simín, una separación (Asghar Farhadi, 2011)



Título original: Jodaeiye Nader az Simin. Dirección: Asghar Farhadi. País: Irán. Año: 2011. Duración: 123 min. Género: Drama.  

Guión: Dana Idisis. Fotografía: Mahmuoud Kalari. Música: Sattar Oraki. Montaje: Hayedeh Safiyari. Diseño de producción: Keyvan Moghaddam. Producción: Asghar Farhadi.

Oscar 2011 a la Mejor Película de habla no inglesa. Globo de Oro 2011 a la Mejor Película de habla no inglesa, Oso de Oro a la Mejor Película en el Festival de Cine de Berlín 2011. Mejor Película Extranjera en los Premios César 2011.

Fecha del estreno: 7 Octubre 2011 (España)

 

Reparto: Peyman Moaadi (Nader), Leila Hatami (Simin), Sareh Bayat (Razieh), Shahab Hosseini (Hodjat), Sarina Farhadi (Termeh)..

 

Sinopsis:

Nader  y Simin son un matrimonio iraní con una hija. Simin quiere abandonar Irán en busca de una vida mejor, pero Nader desea quedarse para cuidar a su padre, que tiene Alzheimer. Ella le pide el divorcio y se muda a vivir con sus padres. Nader no tiene más remedio que contratar a una mujer que cuide a su padre. Una negligencia de la asistenta provoca un conflicto de grandes dimensiones..

 

Comentarios: 

Asghar Farhadi hace cine puro, del bueno; ese tipo de cine que te permite disfrutar de una experiencia única porque te sientes capaz de colocarte dentro del mundo de ficción que te ofrecen durante unos minutos. Nader y Simin, una separación es el ejemplo claro.

Aunque a algunos les parezca imposible, el cine iraní es extraordinario y, afortunadamente, se ha convertido en una herramienta con la que nos podemos acercar a una cultura, a un tipo de vida, que creemos muy lejana cuando, en realidad, es muy parecida a la nuestra. Farhadi es uno de los mejores realizadores iraníes y el que muestra su país con mayor naturalidad y detalle.

Nader y Simin, una separación (Jodaeiye Nader az Simin (A separation), 2011) es una película que habla sobre lo cotidiano, sobre cómo la vida puede cambiar con un gesto o una palabra, sobre los prejuicios, los estereotipos y la falta de comunicación en las sociedades actuales de todo el mundo. Porque, lo cierto es que puede cambiar el continente y quedar intacto el contenido. Y, por ello, una sociedad retratada sin dejar de trazar los contornos de los miedos, los lastres, las frustraciones o los complejos, retrata a las demás. Aquí encontramos una de las grandezas del cine de Asghar Farhadi: es universal. Ya lo dejó claro con A propósito de Elly y repitió con esta película.

Nader y Simin, una separación nos cuenta como es Teherán; una ciudad normal y corriente en la que suceden cosas normales y corrientes. Y utiliza un vehículo narrativo muy original que es el proceso de separación de los protagonistas dando forma de juicio a ese camino tan enrevesado y, de paso, a la película en su totalidad. El padre de él sufre alzheimer. Ella quiere salir de Irán en busca de una nueva vida. Él no quiere abandonar al anciano. Y ella deja la casa para regresar a la de sus padres buscando la reacción de su marido. Él contrata a una mujer ultrarreligiosa para cuidar del anciano y, así, poder seguir trabajando a diario. Y ocurre algo que cambia a todos de forma radical.

Todo ello se narra con una economía de medios absoluta. Tanto económicos como técnicos. Una economía que abarca, por supuesto, los materiales narrativos. La cámara parece no existir, la naturalidad con que ocurren las cosas es inmensa, los encuadres precisos, los diálogos van de lo inquietante a lo sorprendente, la tensión narrativa es la misma de principio a fin y muy alta. Las interpretaciones de Peyman Moaadi (Nader) y Leila Hatami (Simin) son maravillosas. Sareh Bayat (Razieh) lo mismo.

Y, mientras, la cinta avanza sin obligarnos a juzgar (porque la cámara tampoco lo busca), descubrimos que en el universo de Nader y Simin se elige entre el padre y la madre, entre el corazón y la razón (el corazón de él y la razón de ella); descubrimos una clase social acomodada y flexible con los aspectos religiosos y otra pobre atenazada por las cosas de Dios. Nos colocan delante de una disyuntiva: Irán sí o Irán no. El punto de vista cambia con rapidez y las elipsis se ordenan con maestría ayudando a entender a un espectador que no juzga lo que ve sino que lo comprende. En realidad, nos cuentan desde el proceso de separación lo que representa la separación en el seno de las sociedades.

La fotografía es espléndida y la firma Madmoud Kalari. Busca en todo momento la naturalidad, la luz neutra y el retrato de unos personajes de los que llegamos a conocer hasta el más mínimo detalle. Nader y Simin, una separación es una magnífica película, una ventana desde la que se puede ver la naturalidad de otra cultura, un enorme juicio en el que se mantiene una distancia adecuada, en él se puede observar (a través de una gigantesca lupa) la tradición y la modernidad. Por tanto, es una película más que necesaria. (Gabriel Ramírez)

Recomendada.



1 comentario:

  1. Ha sido tal vez la película que más me ha gustado este año. Es increíble que el cine en Irán esté dando estos resultados con la situación social y política que sufre. A veces tiene uno la sensación de que la necesidad del arte por evadir la censura, las amenazas y los obstáculos hace que alcance mayor calidad.
    Estoy de acuerdo contigo en que la mirada silenciosa de la hija roza la maestría; parece una especie de ángel que juzga desde el silencio, como si, en última instancia, toda la pureza de la ética se atesorase en esta mirada, aún no corrompida por los intereses de la vida adulta que conducen inevitablemente a la mentira con el fin de ocultarse y protegerse (como hacemos todos en la vida de un modo u otro), y que quedan en evidencia ante la pureza moral de la niña. Tan solo intentó mentir una vez, cuando estuvo delante del juez, para proteger a su padre, pero fue incapaz.
    Me impresionó la capacidad del director para mantener una tensión extrema en todas las secuencias sin resultar forzado. Todas las escenas fluyen con una lógica y una coherencia asombrosas, de manera natural y resultando siempre verosímiles, algo de enorme mérito teniendo en cuenta la complejidad de la trama. Los actores, todos, bordan el papel. ¿Cómo lo hacen? ¿De dónde salen estos actores? En estos casos uno nunca sabe cuánto es mérito del director y cuánto lo es del actor; supongo que al 50%. Solo se explica una interpretación como la de la niña si la dirige su padre, que la conoce de toda la vida, de otro modo es imposible.
    Otro aspecto que me ha llamado mucho la atención es el hecho de que ninguno de los protagonistas es el malo de la película. Estamos acostumbrados a la presencia del “maligno”, es decir, ese antagonista malvado que se enfrenta al actor principal y que suele ser el acicate de las tensiones. Aquí, por el contrario, ninguno es ni bueno ni malo, son personas humanas, con sus defectos, como todo el mundo, y que tratan de solventar una situación tremendamente conflictiva que se les ha presentado, con la clara convicción cada uno de ellos de que lleva razón. Además, entendemos con absoluta claridad los motivos de todas las partes en conflicto. Es decir: todos son víctimas, como suele suceder en la vida real.
    Junto con la niña a lo largo de toda la película, la secuencia que más me ha gustado es una de las últimas, cuando Nader obliga a jurar ante el Corán a la mujer de estar segura de que él es el responsable de su aborto. El diálogo que se produce a raíz de esto entre ella y su marido en el interior de la casa, cuando le explica lo del accidente y de que realmente no está segura, por lo que no puede jurar, me parece asombroso. Este tipo de recursos cinematográficos solo los pueden tener los países árabes.
    Un saludo, Galo.

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