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domingo, 9 de enero de 2022

Siempre quise trabajar en una fábrica (Esteban Crespo, 2005)

 

Título original: Siempre quise trabajar en una fábrica. Dirección: Esteban Crespo. País: España. Año: 2005. Duración: 9 min. Género: Drama, Cortometraje.

Guión: Mario Casal, Esteban Crespo. Fotografía: Ángel Amorós. Montaje: Vanessa L. Marimbert. Sonido: Maite Rivera. Música: Adolfo Núñez. Vestuario: Silvia Cobo. Producción: Producciones Africanauan S.L.

 

Reparto: Alberto Ferreiro (Paco), Aida Folch (Ana), Sol Alonso (Vendedora), Darío Torralba (Comprador), Mónica Miranda (Compradora), Mª Carmen G. de los Ríos (Madre).

 

Sinopsis:

Asistimos a los momentos previos de una revolución en la vida de Ana y Paco, esos momentos en los que todo es posible; la adrenalina se dispara y la imaginación materializa todos los sueños por irrealizables que parezcan. Pero la realidad, como en toda revolución, te despierta violenta y desesperadamente.

 

Comentarios:

Como en los cuentos de Carver, el debut de Esteban Crespo tiene escueto recorrido pero hondo alcance. Son 7 minutos en los que apenas sucede nada digno de mención: un polvo interrumpido, un firme propósito, un cambio de idea. Pero entre tanto asistimos en primera fila al desmoronamiento de la ingenuidad, de la capacidad de soñar de un adolescente. En el corto trayecto de escaleras que va de un ático a un primer piso somos testigos de la caída en picado de los sueños el protagonista, que impactan en una realidad amable y acomodaticia en la que unas torrijas son un lastre demasiado pesado para armar la revolución. Crespo puede ser un director novato, pero parece sobrado de recursos: su escritura cinematográfica es contenida y vibrante. No desperdicia un solo plano y procede a contarnos su historia con precisión bressoniana. Y a su alrededor todo el equipo parece en estado de gracia: la interpretación de Aída Folch (la adolescente de Los lunes al sol) y Alberto Ferreiro (el soldado cantor de Soldados de Salamina) captura la mirada del espectador con intensa con intensidad descarnada; el diseño de sonido construye un castillo de naipes acústico con el ruido del cable del ascensor y la percusión de unos peldaños. Y el montaje convierte la espiral de la escalera de un viejo edificio en un largo e interminable descenso al conformismo. El gran artificio de Siempre quise trabajar en una fábrica es hacernos creer durante buena parte del metraje que estamos al principio de algo, cuando en realidad estamos ante un final sin paliativos, una despedida sin vuelta atrás. (Xavi Serra)

Recomendada.



1 comentario:

  1. En nueve minutos dibuja bien la realidad de la adolescencia o primera juventud: los conatos de rebeldía, la frustración que supone el tener que recurrir al sexo furtivo, el deseo de huir de clichés y ampliar horizontes (reflejado en el chico) y, finalmente, la actitud de optar por lo conocido y fácil (postura de la chica).

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