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sábado, 30 de septiembre de 2023

María Schneider (1952-2011)


La actriz francesa María Schneider falleció el 3 de febrero de 2011 en París debido a un cáncer según el periódico francés Liberation. Casi nadie recuerda su último papel cinematográfico en Cliente, de 2008. En el fondo, por mucho que intentara liberarse de ese fantasma, siempre fue la amante de Marlon Brando en El último tango en París, esa película maldita que fue su trampolín y su pesadilla durante toda la vida. Tenía 58 años y una carrera que tras el filme de Bernardo Bertolucci fue caracterizada por una serie de altibajos, entre problemas psicológicos y de drogas y vueltas decepcionantes al cine. Pese a todo, fueron miles los usuarios los que lamentaron su muerte en la red social Twitter, donde el nombre de la actriz se convirtió en tema del momento.

Schneider nació en París en 1952. Con 20 años, en 1972, actuó junto a Marlon Brando en El último tango en París, una de las películas más escandalosas de la época. Su segundo papel importante fue en El reportero, de 1975. Pero desde entonces lo único que consiguió fueron roles secundarios. Mientras, empezó a entrar y salir del hospital, debido a depresión y dependencia de heroína. Abandonó el cine durante una época, para intentarlo con la música, su antigua pasión: entre otras cosas, llegó a sacar a la venta un disco dedicado al cantante italiano Lucio Battisti.

 

 

"Su muerte ha llegado demasiado pronto, antes de que pudiera volver a abrazarla, y al menos por una vez pedirle perdón", ha declarado al periódico italiano La Repubblica el director Bernardo Bertolucci, con el que Schneider tuvo una relación muy difícil. En una de sus últimas entrevistas, en 2007, la actriz volvió a hablar de su obsesión y de la famosa escena de la mantequilla con Marlon Brando: "Fue una idea suya. Y Bertolucci me dijo lo que tenía que hacer poco antes. Me engañaron. Casi me violaron. Esa escena no estaba prevista. Las lágrimas que se ven en la película son verdaderas". Sin embargo en otra entrevista agradecía a Bertolucci el hecho de que le hubiera permitido entrar en la historia del cine. Pese a todo, amó y odió ese papel durante toda su existencia, hasta su muerte.

 

1 comentario:

  1. Pues me recuerdo a mí mismo, con un par de añitos más que la Schneider al rodarse la película, osease veintiuno, y haciendo la mili. Y como el bromuro antaño es viagra hogaño, y otras penurias adyacentes (carrasco, qué asco), con eso de la edad que nos está entrando a los de su generación (la de María, no la de usted, o tal vez sí y perdone la indiscreción), pues como que (como dicen ahora) uno se pone un poquito chungo tirando a depre total, la verdad sea dicha. Personalizando más, si cabe, por lo que va del “Luisito el verbena (el encanto de las nenas)” también de antaño, al “su tarjeta dorada, caballero (de la triste figura)” de hogaño, mayormente y nada menos. Y porque el cine - como la fotografía y aún nuestra memoria -, hace como que (como dicen ahora) el tiempo se detuviera cuando se plasmaron unas imágenes – un arma de doble filo si bien se mira y, si mal se mira, una auténtica putada -, sucede hoy día como cuando (como se dice desde siempre) nos encontramos al colega que no habíamos vuelto a ver desde la reválida de cuarto: que cualquier parecido con el in illo témpore compañero de pupitre es pura coincidencia; vamos, que a pesar de los “parece que fue ayer” (je, je), los “no pasan los años por ti” (ji, ji) y los “estás igual” (ja, ja), lo hemos reconocido a duras penas y viceversa, como a la señora Schneider en sus últimas fotos del verano pasado, comparada con la muchacha del video que ha puesto Paco a la que se ventilaba el joío don Marlon. Tempus fugit que dijo alguien. Fugit más todavía, que añado yo. Que se las pela, apostillará alguno. Pues eso.

    Luisito (jo, jo) de los jueves a la sombra - y alguna vez de los lunes, también a la sombra-, algo es algo; sólo faltaría quedarnos al sol a estas alturas (toquemos madera).

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