8 películas se estrenan
el 31 de agosto de 2018 en la cartelera cinematográfica de Sevilla. Tres son producciones
estadounidenses, dos españolas, una francesa, una italiana y una argentina. Esta
semana se queda sin editar en Sevilla el drama francés sobre el desempleo “Non”
(Eñaut Castagnet y Ximun Fuchs, 2017). Pasemos a nuestras recomendaciones para
esta semana.
La novia del desierto. (Argentina, 2017).
Dir. Cecilia Atán y Valeria Pivato.
Presentada en la sección “Un Certain Regard” del Festival
de Cannes 2017. Mejor Ópera Prima en el Festival de Cine de La Habana 2017.
Road movie dramática que cuenta en el reparto con Paulina
García y Claudio Rissi.
Sobre el lugar donde supuestamente se encontró el cadáver
de Deolinda Correa, con su hijo abrazado a unos pechos que aún daban leche,
levantó el pueblo un santuario consagrado al culto de una santa a la que jamás
canonizaría la Iglesia. Situado a algo más de mil kilómetros de Buenos Aires,
el santuario de la Difunta Correa es una crucial estación de paso en el viaje
que narra “La novia del desierto”, primer largometraje dirigido por Cecilia
Atán y Valeria Pivato, y funciona como perfecto espacio simbólico para entender
el espíritu de una película que parece poseer una fe inquebrantable no en lo
religioso, sino en la bondad de los extraños. El Gringo, personaje importante
en el relato, cuenta en una secuencia cómo el santuario de la Difunta Correa le
transformó, sin que se diera cuenta, en un creyente: tras años de instalar un
puesto de mercadillo en la zona de culto, entendió que, a fin de cuentas,
resultaba evidente que esa muerta de pechos lactantes proporcionaba a sus
fieles algo tan irrebatible como la esperanza.
El comienzo de “La novia del desierto” demuestra que un
mero cambio de plano puede dar una fiel idea del afecto que rige la mirada del
tándem de cineastas: un amplísimo plano general muestra a un grupo de viajeros
caminando por una carretera bajo el sol inclemente, después de que un accidente
les haya obligado a abandonar el autobús en el que viajaban. La siguiente
imagen se centra en la protagonista y la mujer que conversa con ella acerca de
cuestiones de fe. El cambio de plano es un cálido abrazo a la frágil heroína de
esta historia, Teresa Godoy –interpretada por la Paulina García que deslumbró,
en clave completamente distinta, en Gloria (2013), de Sebastián Lelio-, una
empleada de hogar que se dirige a su nuevo destino y que, fácil es deducirlo,
está recorriendo el único paisaje de tránsito de su vida entre una prisión
vital y otra. La película es un sobresaliente retrato de ese personaje y una
modesta mirada a los provisionales momentos de plenitud que, en ocasiones,
proporciona el azar. Recomendada.
La gaviota. (USA, 2018). Dir. Michael
Mayer.
Drama ambientado en el siglo XIX sobre una novela de Antón
Chéjov.
Interpretada por Annette Bening, Saoirse Ronan, Corey
Stoll, Elisabeth Moss y Mare Winningham.
“Hacen falta formas nuevas. Sí, formas nuevas; y, si no
las hay, más vale que no haya nada”, exclama Konstantin Treplev en el primer
acto de “La gaviota”. Sus palabras podrían ser un eco de lo que Antón Chejov
estaba intentando forjar con esa obra que, abucheada la noche de su estreno,
acabaría definiendo un nuevo modelo de dramaturgia. La erosión del tiempo sobre
los ideales, la existencia como trenzado de lo doloroso y lo banal y como
territorio de afectos malogrados son algunos de los temas principales de esta
pieza maestra de un autor al que algunos cineastas como Nuri Bilge Ceylan
siguen considerando nuestro contemporáneo.
Michael Mayer, director teatral que estrenó un “Tio Vania”
en el 2000 con Derek Jacobi y Laura Linney en cabeza de reparto, asume su
adaptación cinematográfica de “La gaviota” como si aún siguiera vigente esa
exigencia de airear un texto escénico en su traslado a la gran pantalla. Los
movimientos de cámara y los cortes de montaje no son el mejor servicio que un
cineasta puede hacer a la entrega incondicional de un reparto que parece haber
recibido esta oportunidad de hacer un “Chejov” como ese regalo que ya nadie
podía esperar de la industria audiovisual.
No hay excesos, ni notas falsas en un reparto donde tanto
el Boris Trigorin de Corey Stoll como la Masha de Elisabeth Moss brillan
especialmente al servir, sin atisbo de afectación, las ambigüedades de sus
personajes. A la Irina de Annette Bening le pesa en exceso su lado de madre
castradora, pero su acuerdo / súplica ante Trigorin marca uno de los mejores
momentos de la función. Y la mirada de Brian Dennehy es hasta tal punto la de
Sorin que da la impresión de que el actor ya estaba ahí, tendido en su
crepúsculo, cuando Chejov lo imaginó. Recomendada
(con reservas).
Teen Titans Go! La película. (USA,
2018). Dir. Aaron Horvath y Peter Rida Michail.
Película de animación norteamericana.
Han transcurrido apenas dos segundos de película y, aún
en los créditos iniciales, ya salta el primer chiste sobre la rivalidad
cinematográfica y empresarial entre DC Cómics y Marvel. Una competencia
conveniente para las dos firmas, y de la que ambas se retroalimentan a base de
mensajes filiales disfrazados de puyas, que en “Teen Titans go! La película”
quizá alcance su máxima expresión.
La traslación al cine de la serie de televisión emitida
por Cartoon Network desde el año 2003, y de los posteriores cómics de DC,
nacidos en la década de los años 80 pero reactualizados en el nuevo siglo, está
asentada además en algo de lo que se han venido riendo ciertos productos
superheroicos recientes, tan amparados por la acción como por la comedia:
cualquier superhéroe quiere una película para sí mismo, como alimento para el
ego, y los Jóvenes Titanes no iba a ser menos.
Estas ansias desmedidas por protagonizar un producto de
Hollywood, puro metalenguaje, pura parodia autoconsciente, viene envuelta en la
película en una especie de musical paródico y supervitaminado, sin un instante
de respiro, y que salva bien, con su metraje escueto y sus ideas visuales y de
comedia, el amplio concepto de largometraje cinematográfico. Así, entre las
canciones de todos los estilos (hip-hop, pop chicle, disco y hasta parodias de “El
rey León”), su esencia desprejuiciada, con nuevos gags a costa de los cada vez
menos insólitos cameos de Stan Lee en las producciones de Marvel, y su eficaz
composición animada, de trazo sencillo e hipercolorista con sus tonos
fluorescentes, Teen Titans go! La película quizá no sea más que un chiste
(palabra que tanta importancia adquiere en la historia). Pero al menos es un
buen chiste. Se deja ver bastante bien. Recomendada (con reservas).
The habit of beauty. (Italia, 2016).
Dir. Mirko Pincelli.
Coproducción italo-británica dramática interpretada por Francesca
Neri, Vincenzo Amato, Kierston Wareing, Nico Mirallegro, Nick Moran, Elena
Cotta, Noel Clarke, Luca Lionello y Mia Benedetta.
Dos años después de su producción y, casi por la puerta
de atrás, llega hasta Sevilla esta coproducción entre Italia y Gran Bretaña del
director Mirko Pincelli, que después de realizar varios documentales, filmó
ésta su opera prima, un drama en donde la ciudad de Londres tiene un papel
fundamental.
Nos cuenta la historia de una pareja que queda
completamente destrozada tras la muerte de su único hijo en un accidente fortuito.
Tras todo el proceso y varios años después, ambos logran comenzar una nueva
vida en solitario. Pero el destino es muy caprichoso y cuando aparece en escena
Ian, un chico problemático y que acaba de salir de la cárcel, la pareja volverá
a reencontrarse y entre ellos surgirá de nuevo esa chispa que nunca dejaron de
sentir. Son pocas las referencias existentes de esta película, así que en esta
ocasión, la pelota en sus tejados. No Recomendada.
Yucatán. (España, 2018). Dir. Daniel
Monzón.
Comedia y aventura marina se citan en esta película española
interpretada por Luis Tosar, Rodrigo de la Serna, Joan Pera, Stephanie Cayo y Toni
Acosta.
El score está compuesto por Roque Baños.
Como si fuese un híbrido del clásico “Las tres noches de
Eva”, de Preston Sturges, y una de las teleseries más míticas de los años 70, “Vacaciones
en el mar”, la nueva película de Daniel Monzón (y de su inseparable coguionista
Jorge Gerricaechevarría) se desarrolla a bordo de un crucero de lujo y pretende
adscribirse al género de la comedia sofisticada. Pero, más allá de un notable
diseño de producción, se queda por el camino.
Por varios motivos: un guion deslavazado, arrítmico y
errático lleno de incongruencias (¿los empleados del barco compartiendo spa con
los clientes?) y chistes rancios (pedorretas, ¿de verdad?), unos personajes
esquemáticos y estereotipados, demasiadas subtramas que poco aportan (como el
episodio de Toni Acosta en Casablanca), excesivos números musicales a mayor
gloria de Stephanie Cayo que sólo sirven para alargar sin sentido el metraje y
un reparto desequilibradísimo en el que unos cuantos de sus integrantes no
salen lo que se dice bien parados. Un despropósito en el mar. No Recomendada.
Kings. (Francia, 2017). Dir. Deniz
Gamze Ergüven.
Drama ambientado en los años noventa sobre el racismo. Interpretado
por Daniel Craig, Halle Berry, Issac
Ryan Brown, Rick Ravanello y Kirk Baltz.
Si tenemos en cuenta que “La familia de Pascual Duarte”,
de Camilo José Cela, fue el máximo exponente de lo que el poeta Antonio de
Zubiaurre tildó en los años 40 como tremendismo de la literatura española,
acusar a la directora francesa de origen turco Deniz Gamze Ergüven de
tremendista por su película “Kings” sería casi un disparate. Estaría cerca del
elogio, y no es cuestión.
Así que como tampoco acaba de encajar en el caso el
término miserabilismo, que tantos cineastas contemporáneos han convertido en
sello de (anti)estilo, quizá lo mejor que se pueda decir de la exitosa autora
de “Mustang” es que es grosera en su exposición de un lamentable hecho
histórico y sus derivaciones: la sentencia mayoritariamente absolutoria de los
policías acusados de agredir a Rodney King, y las consiguientes revueltas
sociales, en protesta por el fallo del jurado, en abril de 1992. Una película
casi tan grosera, tan de escasa calidad y sin refinar, tan carente de
precisión, exactitud y delicadeza como la propia sentencia, aunque desde el
otro lado del espectro ideológico.
No hay gama de grises en un caso como el de Rodney King.
Ni en su paliza ni en su juicio, y solo hay que observar alguno de los recursos
verbales y jurídicos de los abogados de los policías (que Gamze Ergüven se
encarga de mostrar en el relato) para darse cuenta del delirio. Pero, si se
quiere hacer una película sobre el hecho y las consecuencias, o mejor, sobre la
situación social que pudo llevar a los disturbios posteriores, con 54 muertos y
más de 2.000 heridos, será mejor indagar y reflexionar en lugar de repetir
errores.
En la grosería de “Kings” (que no tremendismo, pues aquí
no hay estilo), si en una secuencia dramática se puede llorar, siempre será
mejor que no hacerlo; si además de llorar se puede gritar, superior; y si se
puede filmar en primerísimo plano y subiendo el sonido, será lo máximo.
Centrada en una familia desestructurada, cargada de trucos de magia de guion, y
de situaciones llevadas hasta el absurdo en una obra que se supone de denuncia
social y verosímil, la película no extiende esa locura como metáfora de la
situación, ni como alegoría, sino simplemente como un subrayado de la
desfachatez.
Y si alguien se está preguntando cómo una directora tan
aclamada en su primera obra ha podido dar este bajón, recordemos que algunos
(una ínfima minoría en una generalidad de críticas positivas) ya llamamos la
atención en su día sobre los peligros de algunas técnicas narrativas y
estilísticas incluidas en “Mustang” (2015), a partir de un hecho
indiscutiblemente atroz en lo social: el maniqueísmo, el sensacionalismo, la
belleza inoportuna, la acentuación del martirio y el insulto a la inteligencia,
al matiz y a la reflexión. No Recomendada.
En las estrellas. (España, 2017).
Dir. Zoe Berriatua.
Drama español con un reparto integrado por Luis Callejo,
Jorge Andreu, Macarena Gómez, Ingrid García Jonsson y Kiti Manver.
Mezcla de drama, fantasía lunática y aventura cinéfila,
'En las estrellas' retrata a un hombre al límite de sus posibilidades en todos
los sentidos. A pesar de ello, de su precaria situación económica, de la muerte
de su esposa (que aparece y reaparece como figura fantasmática) y de su
incapacidad para seguir haciendo cine, no deja de inventar historias para su
hijo pequeño. Este se llama Ingmar, así que Bergman es uno de los primeros
homenajeados en el filme de forma evidente. También Méliès, Chaplin y otros
ilusionistas del cinematógrafo a los que Zoe Berriatua intenta emular con pocos
medios y solo alguna buena y aislada idea. No Recomendada.
Mamá y papá. (USA, 2018). Dir. Brian
Taylor.
Presentada en la sección oficial de largometrajes a
concurso del Festival de Sitges 2017.
Comedia de terror interpretada por Nicolas Cage, Selma
Blair, Anne Winters, Zackary Arthur y Joseph D. Reitman.
La leyenda urbana de que Nicolas Cage rueda sin cesar
para pagar no sé qué castillo que se compró… vuelve a cumplirse. Cualquier
actor que tuviera la mitad de su caché exigiría una orden de alejamiento
respecto a proyectos como este: parece que, sin mayores explicaciones de las
que se daban en «Videodrome» (pero aquí, con menos gracia), una rara emisión
televisiva impulsa a los padres a matar a sus hijos. Así por las buenas. La
ejecución, valga la redundancia, de tan suculenta premisa abandona toda
voluntad sociológica o de fino estilismo a la hora de aderezar este episodio
vamos a decir metafórico, por decir algo, de rencor de clase. Al contrario, es
una excusa para sumergirse en un irrisorio ejercicio, puramente mecánico, de
ataque y defensa propia.
La primera gran escena, a la salida del instituto, está tan mal rodada
que resulta un aviso para navegantes: para hacer cine de serie B hay que saber
hacer cine primero. Si la escena de masas es «de la misa ni media·», cuando la
película se encierra con la familia que se despieza unida en el sótano de su
agradable casa americana de clase media, la cosa no sube mucho de nivel. Tiene
gracia (durante un rato) ver a una actriz como Selma Blair sacando su lado
gamberro. Pero sin duda las apuestas se concentran en ver hasta dónde llega
Nicolas Cage, que lleva 30 años (desde «Arizona Baby» o «El beso del vampiro»)
cultivando el desparrame: para mí que funciona un poco en piloto automático
pero a él se deben el par de sonrisas que consigue arrancar este tibio gran
guiñol. No Recomendada.