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domingo, 28 de abril de 2013

Luz que agoniza, en el Pequeño Cine-Estudio



Luz que agoniza se estrenó en 1944. George Cukor, su director, había filmado ya películas tan conocidas como Mujercitas (1933), e Historias de Filadelfia (1940), y sería el autor en el futuro de otras no menos célebres, como La costilla de Adán (1949) o My Fair Lady (1964). George Cukor está considerado como uno de los más grandes exploradores del alma femenina que ha dado el cine norteamericano. Procedía del mundo del teatro y sabía arrancar a sus intérpretes, sobre todo a las actrices, sus más delicados registros. Para Luz que agoniza contó con tres actores excepcionales: Charles Boyer, en el papel de un seductor turbio y calculador, que le iba como anillo al dedo; Joseph Cotten, del que supo explotar su lado más cálido y perspicaz, e Ingrid Bergman, que obtendría el Osar por su interpretación de Paula, la joven esposa víctima del engaño de un hombre sin escrúpulos.
 
Luz que agoniza conmovió al mundo entero, sobre todo al público femenino. Eran tiempos de cambio. Las mujeres se empezaban a incorporar masivamente al trabajo, y luchaban por conquistar su definitiva autonomía laboral y personal. Y esa película habla de los temores y las incertidumbres que acarreaba esa lucha, sobre todo en el terreno afectivo. Las mujeres habían conquistado, en gran parte gracias al cine, su sagrado derecho a enamorarse libremente, y ahora tenían que vérselas con los riesgos que asumían al seguir las llamadas imprevisibles de su corazón. En realidad siempre nos enamoramos de un extraño. Es una de las condiciones del amor, que siempre tiene que ver con lo que desconocemos tanto de nosotros mismos como de los demás.


 
Luz que agoniza es, en el fondo, una variante del cuento de Barba Azul, donde una ingenua muchacha se casa con un hombre poderoso dotado de un terrible secreto. Es una historia a la que el cine no ha dejado de volver una y otra vez. Rebeca, Jane Eyre, Sospecha, Secreto tras la puerta y ,más recientemente, Durmiendo con mi enemigo, son películas que reflejan esta fijación del imaginario femenino  por los riesgos imprevisibles que corren al entregar su corazón  a un extraño.  Y, sin embargo, puede que la clave de la superioridad de las mujeres en el amor sea que no lo puedan evitar. Isak Dinesen afirmó que una mujer prefiere tener un diez por ciento de un hombre excepcional, que un cien por cien de un hombre corriente. Y este parece ser el destino de estos desdichados personajes femeninos, a los que el atractivo de la excepcionalidad misteriosa de sus parejas les hace rendirse más allá de toda razón a esa seducción de lo desconocido.

Charles Boyer e Ingrid Bergman

Pero volvamos a nuestra película. Paula, su protagonista, se enamora de Gregory, un músico, y se casa con él sin sospechar que es un asesino obsesionado por unas joyas ocultas en la casa familiar. Es una película sobre lo impredecible del amor, pero también sobre el mal, que no es sino la indiferencia al dolor del otro.  Luz que agoniza es una obra maestra del suspense, y del terror psicológico. El calvario que su joven y vulnerable protagonista tiene que sufrir a causa del amor, tiene un extraño poder de fascinación sobre todos nosotros, que siempre estamos dispuestos  a ver en este sentimiento el último refugio de lo sagrado en el mundo. George Cukor lo sabe y por eso nos ofrece al comienzo de la película las escenas inolvidables del lago Como, en que una Ingrid Bergman en el momento más luminoso de su belleza, se entrega sin reservas a su amante. La luz de su rostro, Ingrid Bergman tenía esa suprema cualidad de desprender luz, gravitará sobre el resto de la película, haciendo más incomprensible la obsesión de aquel por el brillo de las joyas perdidas. En cierta forma, toda la película gira sobre la luz. La luz que tiembla y agoniza, signo de la debilidad de la razón, pero también de la pérdida del amor. Walter Benjamín escribió que la felicidad era poder percibirse a uno mismo y a los demás sin miedo, y esta es una película sobre lo desgraciados que podemos llegar a ser a causa del amor. Sartre dijo que el infierno eran los otros, y sin duda el infierno más temido es el que descubrimos al sorprender la presencia del mal en el corazón de los seres que amamos. 


Pero Luz que agoniza también puede verse como una metáfora del cine, pues al fin y al cabo esa luz que tiembla, que parece a punto de apagarse y que vuelve a encenderse, ¿qué otra luz puede ser sino la que en la pantalla se transforma en imágenes? Esas imágenes están hechas de ese sutil juego entre la luz y la sombra, y acercarse a ellas es percibir el temblor de la vida y de nuestros sueños, pero también la amenaza de la oscuridad. Y puede que sea esta la principal enseñanza que obtenemos al contemplar el calvario de la joven esposa de este cuento, que la muerte no se contrapone a la vida, sino que está implícita en ella desde el primer momento. También que solo el juego del amor y del arte pueden salvarnos, haciendo que esas joyas que simbolizan el fuego helado de la muerte puedan transformarse en un detalle encantador cuando forman parte del vestido de una mujer enamorada.
 
El final de la película, en que se insinúa la posibilidad de un idilio entre Paula y su protector, no hace sino ilustrar la típica solidaridad femenina de la clase media en los Estados Unidos. Las buenas chicas se casan enamoradas, pero cuando dejan de estarlo, deben recuperar la libertad para amar a otro. Y está bien que sea así. 

jueves, 25 de abril de 2013

Tierra prometida, de Gus Van Sant

 


Título original: Promised land. Dirección: Gus Van Sant. País: USA. Año: 2013. Duración: 107 min. Género: Drama. Guion: Matt Damon y John Krasinski; basado en un argumento de Dave Eggers. Producción: Matt Damon, John Krasinski y Chris Moore. Música: Danny Elfman. Fotografía: Linus Sandgren. Montaje: Billy Rich. Diseño de producción: Daniel B. Clancy. Vestuario: Juliet Polcsa. Estreno en España: 19 Abril 2013.
Intérpretes: Matt Damon (Steve Butler), John Krasinski (Dustin Noble), Frances McDormand (Sue Thomason), Rosemarie DeWitt (Alice), Scoot McNairy (Jeff Dennon), Titus Welliver (Rob), Hal Holbrook (Frank Yates).

Sinopsis:
Steve Butler es un vendedor que ha recorrido un largo camino desde su granja natal hasta la empresa en la que trabaja. Pero su trayectoria cambia de rumbo cuando llega a un pueblo donde encuentra muchos corazones abiertos y también muchas puertas cerradas. Steve y su compañera de trabajo Sue Thomason llegan a McKinley, un pueblo duramente golpeado por la crisis financiera de los últimos años. Los dos representantes están convencidos de que los habitantes de McKinley estarán encantados de aceptar la oferta de su empresa a cambio de dejarles perforar pozos en sus granjas. Lo que en principio iba a ser un trabajo fácil y una estancia corta se complica profesionalmente cuando el respetado profesor de instituto reúne a los habitantes para explicarles de qué se trata, y personalmente cuando Steve conoce a Alice. Pero las cosas se ponen mucho peor con la llegada de un ecologista.

Matt Damon

Habló en su favor: Jordi Acosta.
Gus Van Sant es un estimulante enigma en movimiento. Con su Mala noche (1986) se situó a la vanguardia de la eclosión indie, pero cuando parecía encaminarse, sin remedio, hacia la integración, Gerry (2002) abrió una vía de radicalidad expresiva sostenida hasta la extraordinaria Paranoid Park (2007). Lo que vino después es una curiosa sucesión de problemas críticos, porque, incluso en sus propuestas en apariencia más mayoritarias, se detectan desafiantes singularidades: ni Mi nombre es Harvey Milk (2008) respondía mansamente al modelo del biopic oscarizable —en su seno se proponía un cristalino manual didáctico de estrategia ciudadana—, ni Tierra prometida es un rutinario ejercicio de estilo alrededor del cine liberal americano de los setenta.
A partir de una historia de Dave Eggers —autor en cuyo trabajo se armoniza la herencia del posmodernismo americano con las nuevas estrategias para el compromiso social y político—, Matt Damon y John Krasinski han escrito, en Tierra prometida, un guion que responde, de manera programática, al tradicional arco dramático de la toma de conciencia, pero incluye no pocas gratificaciones fuera de programa: desde el retrato de una comunidad donde la información googleada matiza la candidez de los habitantes hasta los ecos, levemente screwball, en la rivalidad que enfrenta a los personajes de Damon y Krasinski ante la maestra local. Un eficaz giro de guion y la capacidad del director para capturar ese limbo amenazado hacen el resto.

Frances McDormand

Habló en su contra: Carlos Marañón.
Ésta siempre será la ópera prima que Matt Damon nunca dirigió. Pero eso a Gus Van Sant no le importa: llegó in extremis, de apagafuegos para poner su cámara en este filme donde la autoría ha quedado diluida entre un texto original de Dave Eggers, un guión de Damon y John Krasinski, el trabajo de un grupo de actores con encanto y, finalmente, un director que logra pasar inadvertido, cualidad muy poco valorada en un cine para todos los públicos plagado de paliceros tratando de dejar su sello. De hecho, le importa también un bledo que llevemos una doble contabilidad con su curiosísima filmografía, como si le pillásemos saltándose un semáforo en rojo cada vez que hace una película comercial. Damos el alto desde ya: con Tierra prometida, Van Sant no sólo se pone al servicio de la historia, sino que revisita la fórmula que inauguró con El indomable Will Hunting: vuelve a ponerse además al servicio de sus amigos. Nada (malo) hay pues que comentar de una dirección transparente, que deja fluir un relato que han querido vendernos como un debate entre la protección del medioambiente y el futuro de la energía. Paparruchas. O más bien la excusa eterna para presentar el doble choque que va de lo general a lo particular, en la tradición de Capra o Sturges, del buen americano ante su moral particular por un lado y ante la sociedad por el otro.
Lo que en otras manos podía haber sido un desastre, aquí resiste con el piloto automático artesanal de un cine que tiene algo de falso compromiso setentero hecho vintage, pero que en realidad funciona como un filme de vuelta a casa, pero sin volver a casa de verdad. Matt Damon está a punto de lograr el salvoconducto johnwaynesco que le permite, desde sus camisas de cuadros bien rellenas, ser él mismo siempre y a la vez resultar diferente (y solvente) en todos sus personajes, mientras revolotean a su alrededor actores sobrados de talento (Frances McDormand, Hal Holbrook, Rosemarie DeWitt y el nuevo colega de máquina de escribir de Damon, Krasinski) con el tempo justo para dar alma a un guión agradablemente ajustado, que limita las ilusorias pretensiones de conciencia ecológica de una película que es ante todo la historia de un ajuste de cuentas con uno mismo: ese tipo que creía odiar todo lo que en realidad le hacía mejor persona. 
Una película mucho más sofisticada de lo que su envoltorio macarra sugiere.

Trailer de la película:

lunes, 22 de abril de 2013

Paco León se lanza al rodaje de "Carmina II"






La muerte rondará el segundo largometraje de Paco León como director. La muerte pero, cómo dudarlo, también la risa y el esperpento. Carmina II, éste será el título del filme, será una comedia más negra y oscura que Carmina o revienta, la primera gran aventura del actor sevillano como realizador que marcó un hito en el panorama de la industria cinematográfica en España, saltándose, con gran éxito, todos los cánones de comercialización. Con el guion casi ya terminado —“Tengo clarísima la película entera”—, Carmina II no será una mera continuación de la primera, sino que se centrará en una historia que tendrá más parte de ficción que de documental. Con los mismos personajes centrales que Carmina o revienta, el nuevo filme será protagonizado de nuevo por la madre de Paco León, Carmina Barrios, y por su hermana, María León, además de otros actores profesionales y no profesionales. “La historia tiene un tono más berlanguiano, con todos los respetos para el gran Berlanga, con una gran mezcla de géneros. Es una comedia mucho más oscura y negra”, explica León.

La nueva película será fiel al espíritu indie de la primera, pero con algunos matices, ya que gozará de un mayor presupuesto, en torno a los 600.000 euros, y más semanas de rodaje. Carmina II está previsto que se ruede en cuatro semanas, frente a los 11 días de Carmina o revienta. A la espera de buscar financiación e implicar a las televisiones, Sevilla y sus alrededores son de nuevo los lugares elegidos por Paco León para su segundo largometraje que comenzará a rodar en otoño —“Dependo de las fechas de mi hermana María”—. Para este nuevo proyecto contará también con la directora de producción de Lo imposible y último premio Goya, Sandra Hermida.


Todavía no sabe el director el plan de distribución de Carmina II —“dependerá de la financiación que consigamos”—, pero lo que sí tiene claro es que el espíritu será el mismo que en Carmina o revienta, o sea nada convencional. “Mi objetivo es que llegue al mayor número de espectadores y por un precio módico, y de que esté disponible desde el primer momento en muchos formatos. Y sí me gustaría es que el estreno en cines fuera algo más real que simbólico, como pasó con Carmina o revienta. De todas maneras, experimentaremos de nuevo, probaremos nuevas cosas y seguiremos oyendo al público a través de las redes sociales. El estudio que hice con mis seguidores de Twitter con Carmina o revienta fue lo mejor. Ese es mi público y nunca te decepciona. Es palabra de Dios”. A día de hoy, Paco León tiene en Twitter más de 870.700 seguidores.

Con Carmina o revienta, está claro que el actor y director marcó un hito en el panorama de la industria cinematográfica, revolucionando el modelo de distribución tradicional al estrenar de manera simultánea en salas de cine e Internet, además de ponerlo a la venta en DVD, y que cumplió con el objetivo que se había marcado. Según los últimos datos oficiales, Carmina o revienta consiguió desde su estreno el pasado 5 de julio hasta diciembre de 2012 un total de 60.000 visionados en Internet, a través de la página de descargas legales como Filmin, además de ser el DVD más vendido en ese año con cerca de 70.000 copias. En las salas de cine, apenas 20 quisieron estrenar el filme, fueron 17.000 los espectadores que eligieron este formato. En total, en los seis meses desde su estreno, la película fue vista por 279.000 espectadores y obtuvo una recaudación de 664.000 euros.


Lo que se ha abierto ahora es la explotación internacional. Desde que se presentara en el mercado de Berlín, el pasado mes de febrero, han sido varios ya los países interesados en el filme. Así, además del gran escaparate para el mercado francés que supone el Festival de Nantes y de su reciente paso por Londres, se acaba de cerrar el acuerdo de venta a Australia, donde se verá en televisiones de pago y en cines, y ayer jueves se estrenó en Puerto Rico. También unas líneas aéreas canadienses han comprado la película para explotarla en los vuelos. Eso demuestra, tal y como siempre ha defendido Paco León, que ese retrato tan personal y apasionado de su madre, todo un torbellino poderoso y auténtico, lejos de ser un tema local es capaz de traspasar fronteras y ser aplaudida y entendida en el mundo entero.

De momento, lo que parece claro es que el gusanillo de la dirección le ha picado y bien a este actor tan popular gracias a la televisión. “La dirección es una continuación de mi trabajo como actor, un trabajo que consiste en buscar cosas auténticas que pueda generar yo. Pero de esto no vivo. La dirección es como mi gran trabajo extraescolar”.

El otoño le espera con un guion que terminará de escribir en el rodaje y luego en el montaje: “Lo transformaré, lo manipularé, lo improvisaré”. Las solemnidades no casan con Paco León. Con ese espíritu libre y radical ya ha nacido Carmina II.


sábado, 20 de abril de 2013

Tipos legales, de Fisher Stevens


Título original: Stand up guys. Dirección: Fisher Stevens. País: USA. Año: 2012. Duración: 95 min. Género: Comedia, thriller. Guion: Noah Haidle. Producción: Sidney Kimmel, Gary Lucchessi, Tom Rosenberg y Jim Tauber. Música: Lyle Workman. Fotografía: Michael Grady. Montaje: Mark Livolsi. Diseño de producción: Maher Ahmad. Vestuario: Lindsay McKay. Estreno en USA: 1 Febrero 2013. Estreno en España: 12 Abril 2013.
Intérpretes: Al Pacino (Val), Christopher Walken (Doc), Alan Arkin (Hirsch),  Julianna Margulies (Nina), Mark Margolis (Claphands), Lucy Punch (Wendy), Addison Timlin (Alex), Vanessa Ferlito (Sylvia).

Sinopsis:
Val (Al Pacino) sale de la cárcel tras cumplir 28 años de condena. Doc (Christopher Walken), su mejor amigo, le espera a la salida para ir a ver a Hirsch (Alan Arkin), otro viejo colega. A pesar de la edad, los tres gángsteres deciden reanudar esa misma noche su vida de crímenes, drogas y sexo. Sin embargo, Doc tiene que hacer antes un trabajo urgente que le ha encargado el jefe de la banda: debe matar a Val para saldar una cuenta pendiente. El dilema es peliagudo, y dispone de poco tiempo para resolverlo.

Al Pacino

Habló en su favor: Antonio Dopazo.
Contaba de antemano con ingredientes notables que invitaban a una película, por lo menos, alejada de la rutina y de la mediocridad y en efecto, aunque no se ha sacado todo el gran partido necesario, los resultados son satisfactorios.
De este modo el director Fisher Stevens, conocido entre nosotros solo por 'Beso en Manhattan', rentabiliza la coincidencia en el reparto de tres nombres excelentes, todos ellos galardonados con el Oscar, Al Pacino, Christopher Walken y Alan Arkin, que hacen una labor impagable. Es cierto que todos ellos exprimen a tope las posibilidades de sus personajes, pero el asunto sería mucho más complicado si no mediara un guión desigual pero con toques inteligentes e infestado de salpicaduras de delicioso humor negro. La cita con tan ilustres veteranos se convierte a la postre en una excusa para el deleite y, además, permite asistir a un entrañable apología de la amistad que constituye el elemento determinante de la historia.
Pacino es, por supuesto, el más inspirado y brillante y de sus mordaces diálogos y consideraciones fluyen jugosas teorías. Es un gángster, Val, que acaba de salir de la cárcel tras cumplir 28 años tras las rejas, está en lógica decadencia física, pero su vitalidad y su optimismo lo irradian todo. Se ha reunido con su mejor amigo, Doc, que le ha estado esperando todo este tiempo y que le ofrece cobijo y compañía.
Da la impresión que al reunirse ambos han encontrado de nuevo el sentido a la vida, pero lo que Val ignora es que Doc ha sido contratado por un mafioso para que mate a su amigo y lleve a cabo una venganza, la de haber acabado con su hijo, que ha esperado tanto tiempo. Lo insólito es que ni siquiera cuando Val intuye lo que pasa, cuando sabe que en pocas horas su compañero de fatigas le va a matar, su conducta apenas cambia. Es más, los dos deciden ir a por el tercero en discordia, Hirsch, que está recluido en una residencia. Y todos juntos de nuevo vivirán unas horas intensas y explosivas en la que recuperarán el sabor y la esencia de los viejos tiempos, dando sentido otra vez a sus respectivas existencias. Con momentos tan deliciosos como las sucesivas visitas al prostíbulo y soluciones humanas como la que vincula a Doc con la atractiva camarera.

Christopher Walken

Habló en su contra: Sergi Sánchez.
¿Un «Space Cowboys» fortalecido por una sobredosis de Viagra? ¿Un mal episodio de «Los Soprano» para gerontófilos aficionados? Es difícil entender la existencia de esta película si no atendemos a la desesperación de los departamentos de marketing. Esto es, ¿a qué público va dirigida? A todos aquellos que aún creen que Al Pacino es un buen actor, que no son precisamente los que abusan de las descargas ilegales. Pacino, que representa el peso de la edad sobre sus espaldas como si fuera el jorobado de Notre Dame, y, en menor medida, Walken, invocan aquello de «como en los viejos tiempos» fingiendo que sus personajes tienen la suficiente entidad dramática como para sentir nostalgia.
Con el añadido de última hora del siempre digno Alan Arkin, ambos encarnan el estereotipo del gangster crepuscular recurriendo a clichés acumulados durante décadas de experiencia. En este epitafio que dura 24 horas, el mafioso de Pacino visita un burdel, acude a urgencias por priapismo, esnifa pastillas para la hipertensión y las cataratas e intenta ligarse a una chica que está a punto de caer en la trampa de su sobreactuación. Walken funciona como convidado de piedra a una fiesta funeraria que sólo demuestra lo mal que envejecen algunos mitos.

Trailer de la película: 


viernes, 19 de abril de 2013

Reflexiones sobre Sara Montiel tras su último adiós




La lengua. Esa forma de decir las eles, deslizando el músculo por la cavidad bucal, ¿era transgresora o una perpetuación del régimen? Sara Montiel, fallecida el pasado 8 de abril en Madrid, supo jugar con su lengua hasta convertirse en uno de los mayores 'tótem' culturales de España durante la segunda mitad del siglo XX. 

Sara Montiel en "La violetera"

Para el escritor, cineasta y director del Instituto Cervantes de Nueva York, Javier Rioyo, la persona (es decir, María Antonia Abad Fernández) iba mucho más allá del personaje (Sara Montiel). La dirigió en su documental 'Asaltar los cielos', sobre el asesino de Trotsky, Ramón Mercader, al que Montiel llegó a conocer durante su presidio.
También la recibió el pasado año durante el 'tour' que realizó por EEUU y en el que visitó varias universidades, invitada por el filólogo puertorriqueño Javier Rolón. Allí, contó sus experiencias junto a su ex marido, el director Anthony Mann, y sus amistades con personajes de la época, como la cantante de jazz Billie Holyday. "Una forma de demostrar que iba más allá de la tía buena folclórica española", explica Rioyo.
"Sabía que no era una superactriz, pero tenía una muy buena presencia y que la cámara la quería. También hay que reconocerle que podía haber seguido una carrera en Hollywood, después de hacer películas como 'Veracruz', pero sintió que no quería recorrer el mundo como una secundaria, como le pasó a sus amigas mexicanas", explica Rioyo.


Hablando de México, Rioyo destaca el vínculo con este país, "muy interesante, ya que fue arropada por el exilio español de allí, como León Felipe, y llegó a tener un novio comunista. Incluso fue un superéxito en la URSS". También destaca una frase que dice en su filme a propósito de Mercader, quien, para ella, aunque mató a Trotsky, "un asesino no era". "Era muy valiente para decir lo que quisiera", subraya, "aunque tampoco había que creerse totalmente lo que decía".
"No teníamos tantas 'marcas' así, como ella", sigue Rioyo. "Para mí, más allá de la renovación del cuplé desde esas canciones sicalípticas de los 40, era la representación de esa España libertina y oculta, que hizo de la revista algo parecido al cabaret de Berlín. Su forma de hablar pausada, los puros, el hecho de que no cantaba muy bien, aunque lo hacía con picardía... Se dio cuenta de que los españoles querían ser pecadores".


Otra de las cuestiones que se han ido repitiendo a raíz de su fallecimiento es su importancia como icono gay, sobre todo como referente del primer transformismo español. Sin embargo, Shangay Lily, experta en la materia (y quien también la entrevistó en un par de ocasiones durante su paso por el programa 'Corazón Corazón'), rechaza esta calificación.
"Con Sara Montiel me pasa algo parecido como con el travesti Ocaña. Me parece que es esa España tradicionalista vendida como una España moderna. Ese exceso de las vírgenes sangrantes, ese barroquismo, esos abanicos y esa 'raza española' vendidos como una pretendida subversión del sistema", explica Lily.
Para Lily, Montiel se ubica al lado de otros ídolos como Nati Mistral, personas "absolutamente conservadoras" que "nunca tuvieron un guiño gay" y que, en muchas ocasiones, eran tomadas por los homosexuales y transformistas "más desde el punto de vista de la parodia que desde el de la admiración". Es decir, "una sublimación, de la estética 'camp', 'trash' y hasta 'freakie'".

jueves, 18 de abril de 2013

Oblivion, de Joseph Kosinski

 



Título original: Oblivion. Dirección: Joseph Kosinski. País: USA. Año: 2013. Duración: 125 min. Género: Ciencia-ficción, acción. Guion: Karl Gajdusek y Michael DeBruyn; basado en una novela gráfica de Joseph Kosinski. Producción: Peter Chernin, Dylan Clark, Barry Levine, Duncan Henderson y Joseph Kosinski. Música: Anthony Gonzalez y M83. Fotografía: Claudio Miranda. Montaje: Richard Francis-Bruce. Diseño de producción: Darren Gilford. Vestuario: Marlene Stewart. Estreno en España: 12 Abril 2013. Calificación por edades: No recomendada para menores de 7 años.
Intérpretes:  Tom Cruise (Jack), Olga Kurylenko (Julia), Andrea Riseborough (Victoria), Morgan Freeman (Beech), Nicolaj Coster-Waldau (Sykes), Melissa Leo(Sally), Zoe Bell (Kara).

Sinopsis:
“Oblivion” nos lleva a un futuro planeta Tierra que ha evolucionado hasta ser irreconocible. Allí, un hombre se enfrenta al pasado y toma el camino de la redención mientras lucha para salvar a la raza humana. Jack Harper (Tom Cruise) es uno de los últimos mecánicos de aviones no tripulados destinados a la Tierra. Forma parte de una enorme operación dirigida a extraer recursos vitales después de décadas en guerra con la aterradora amenaza que representan los Scavs. Pero la misión de Jack toca a su fin. Recorre y patrulla el cielo a miles de metros de altura hasta que su “elevada” existencia se derrumba cuando rescata a una preciosa desconocida de una nave derribada. Su llegada pone en marcha una serie de acontecimientos que obligarán a Jack a cuestionarse todo lo que sabe y que acabarán poniendo el destino de la raza humana en sus manos.

Tom Cruise


Habló en su favor: Jordi Costa.
Tron: legacy, secuela tardía del (paradójico) génesis analógico de la revolución digital, fue tan aparatosa como frustrante. Cuesta recordar algún detalle de su argumento: en ella, el clon digital de Jeff Bridges actuaba peor que su modelo, se citaba mucho a Julio Verne y los Daft Punk no revolucionaron el arte de la banda sonora. El debutante Joseph Kosinski ejercitaba, eso sí, una mirada algo subkubrickiana sobre las arquitecturas inmateriales de un neouniverso con sangre de neón. Tron: legacy garantizó a Kosinski el salto a la gran liga del blockbuster, como sella ahora su presencia al frente de Oblivion, película de ciencia ficción que, en realidad, pertenece a otro género: en concreto, a Tom Cruise como género o marca garante de un nuevo ejercicio de artillería pesada para arrasar taquillas, sin renunciar a una cierta mirada adulta y a una cierta ambición creativa.
Una Tierra devastada tras la guerra con una raza extraterrestre sirve de escenario a esta película que, aunque basada en una novela gráfica aún no publicada del propio Kosinski, conviene no malinterpretar como cine de autor. Entre otras cosas, porque la mano de Cruise parece tan presente en la voz en off que abre Oblivion, con su obsesión por no dejar ni un cabo suelto —imponiéndose como interferencia a lo mejor del conjunto: la mirada del arquitecto Kosinski sobre ese mundo de ruinas, torres tecnológicas, drones y naves burbuja—, como en las componendas de su desenlace. Oblivion confía demasiado en la eficacia de dos giros de guión, estratégicamente colocados, que el aficionado a la ciencia ficción ya habrá intuido antes de su revelación. La marca Cruise da lo que uno espera —es entretenimiento sólido y generoso—, pero ni un aliciente más.

Olga Kurylenko

Habló en su contra: Luis Martínez.
El futuro, antes que un tiempo verbal, es un estado de ánimo. Imperfecto, necesariamente. Así ha sido siempre. Cuando la humanidad sudaba en frío allá en los años 50 por culpa de, precisamente, la Guerra Fría, la ciencia-ficción hacía estallar mundos como la única réplica posible a su atómico presente. Ahora, convencidos de que seremos lo que la Comisión Europea decida, no queda otra que la depresión. Y por ello, el futuro es subjuntivamente apocalíptico. O no es.
'Oblivion', de Joseph Kosinski, es el penúltimo ejemplo que llega a las pantallas. Justo después de 'Los últimos días' y poco antes de 'Elysium', la Tierra vuelve a sufrir el escrache de unos alienígenas algo ariscos. La idea del director Joseph Kosinski, como ya hiciera en su anterior trabajo, 'Tron legacy', es dejarse llevar. Si antes aniquilaba de forma algo artera un mito de los 80 como el dirigido por Steven Lisberger, ahora recopila todos los momentos más o menos notables del género para componer un pastiche cuya única virtud corre a cuenta del departamento de los efectos visuales. Y la verdad, se antoja escaso.
En un principio, que nadie se asuste, nada tan respetable, posmoderno y rizomático (cómo son los franceses), que el pastiche. Duncan Jones coleccionaba en 'Moon' todas las referencias sagradas del cine marciano de todos los tiempos, desde 'Blade runner' a '2001...', y el resultado era una magnética, inteligente y muy irónica reflexión, grave y paradójica, sobre la vida en gravedad cero.
Ahora Kosinski, al servicio de Tom Cruise, ensaya lo mismo. Y lo hace ampliando, si se quiere, el espectro referencial. Esta vez no es difícil rastrear las huellas de los laberintos de Philip K. Dick al lado de, curioso, exactamente las mismas citas que las utilizadas por su colega Jones. Pero el resultado no puede ser más diferente. Y desolador.
Jones sacaba petróleo de su ausencia de presupuesto para esculpir un futuro extraño y a la vez cercano a un paso de la más común y cotidiana pesadilla. Kosinski-Cruise, en el polo opuesto, fía todo a un deslumbrante paraíso presupuestario en el que las naves saltan de la pantalla con la misma elegancia que las piscinas (han leído bien) flotan en la estratosfera. Eso por no hablar del Nueva York en ruinas. Da gustillo ver lo bien que se pueden hacer las cosas (cualquiera de ellas) cuando se tiene dinero.
Lástima que la profesión de guionista siga tan mal pagada. Porque, en efecto, todos los problemas están ahí, en la escritura de una historia incapaz de tomar la suficiente distancia con lo narrado para resultar inteligente. Cruise debe de ser el actor que más en serio se toma del universo. Y eso le hace mucho daño.
De repente, la ciencia-ficción adquiere la consistencia de lo triste. Y esto ya es herejía. El futuro, lejos de ser lo que siempre ha sido -una imagen más nítida del presente-, es ahora una especie de relato fundacional de una religión peligrosamente estúpida. Sí, lo han adivinado, la película más parece un evangelio apócrifo de la dichosa cienciología del dichoso Ron Hubbard. Dichoso Cruise.
Nota: No se pierdan 'Pioneros de la ciencia ficción rusa', recién editado por Alba. Desde ya somos fanáticos de gente como Alekséi N. Apujtin, Porfiri P. Infántiev, De Valeri Y. Briúsov y Serguéi R. Mintslov. Aunque no sepamos pronunciar sus nombres.

Trailer de la película: